lunes, 1 de junio de 2009

Los siete nombre de la Eucaristía

Introducción: La vida del cristiano es una Misa

Por Rafael Higueras Álamo, canónigo magistral de la catedral de Jaén

“Los cristianos se han de hacer ellos a sí mismos como hostias” (Pío XII)

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El fin del que ha sido llamado por Dios es hacerse hostia, hacer de la propia vida una misa.

Vamos a seguir los pasos a una espiga hasta llegar al altar. Vamos a mirar a Jesús, única Hostia aceptable al Padre, que dijo la primera misa del mundo con su vida y con su muerte.

Y nuestra vida ha de ser así: como el pan escogido para ser Hostia, como Jesús hecho Eucaristía.

En la Misa de la vida de Jesús hay tres momentos: la Encarnación, la Presentación en el templo y su Muerte en la cruz..

Son la consagración sacerdotal de Cristo y el ofertorio y la consagración de su vida que es MISA.

Tres momentos unidos a tres pasos de la vida de María: Ella es la catedral donde Cristo es ungido; es la patena en que se ofrece; es el cáliz que recoge los méritos de la Sangre de Dios.

Ahora miremos a una espiga escogida para el altar.

Va a ser el pan que se hará Dios.

Pero hasta llegar a ser Eucaristía, antes fue la siembra y la siega; el molino y el amasijo; y, por fin, el horno.

Nuestra vida, para ser hostia, ha de pasar por ahí también.

Siembra.

“Salió el sembrador a sembrar…” Hubo unos granos saltarines que se fueron de la mano del sembrador. No fueron pan, no fueron hostia. Hubo otros granos caprichosos, soberbios; prefirieron ser vistos en el camino. Y tampoco fueron pan, tampoco fueron hostia. Hubo unos granos que cayeron entre espinas, se enredaron en pasiones, se asfixiaron… y tampoco fueron pan, tampoco fueron hostia.

Trilla, molino y amasijo.

Si queremos ser hostia no podemos huir del sacrificio

Horno y fuego.

Son los símbolos de la caridad, del amor. Sin el calor no se hace la hostia. Sin amor no se puede vivir la Eucaristía.Ahora, ya está la hostia hecha.

Ha pasado por la humildad de la tierra que cubría los granos sembrados; por el dolor de las ruedas del molino; por el amor que es fuego.

Ya puede ser Eucaristía.

Nuestro supremo ideal es trasformarnos en Cristo; hacer de nuestra vida una misa, como es la vida de Jesús. Hacernos Eucaristía, por gracia de Dios, siendo espigas que se hagan pan blanco.

Que sea María la panadera que nos amase y nos ofrezca al Padre, al trasformarnos en otros Cristos, hostias vivientes ante el Padre.

El mundo es un inmenso campo de espigas. Que al pasar Jesús-Eucaristía por nuestras calles en el día del Corpus sea realidad el canto: Hagamos de los mares y la tierra común inmenso altar.

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